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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Ludwig Wittgenstein y el MECR

 

    El origen del MECR se sitúa en 1991 a partir de un proyecto del gobierno federal suizo, fruto de la recolección de los trabajos de autores previos desde 1971. 

    Así, desde el Centro Virtual Cervantes y otras instituciones como Tradupla, agencia de comunicación y traducción, se ahonda en el germen y los antecedentes del marco. Y entre sus orígenes aparecen nombres de célebres filósofos y lingüistas de mediados del siglo XX como Ludwig Wittgenstein y Dell Hymes. Os preguntaréis qué vínculo podrá unir la filosofía con un marco de referencia para las lenguas... 

    Pues bien, parece que la relación establecida entre ambas materias es grande. Y es que, como bien hemos visto, en la nueva edición del marco, el Companion Volume, el enfoque dado al proceso de enseñanza/aprendizaje de las lenguas es cada vez más pragmático. Esto es, ya no se habla de la consecución de unos parámetros o competencias puramente lingüísticas sino que hemos de tener en cuenta también aspectos comunicacionales y de uso (fluidez, cohesión, coherencia, turnos de palabra, etc.) para lograr dominar un idioma. Así, comprobamos diariamente que cuando usamos el lenguaje, nuestro fin último es comunicarnos y para que la comunicación sea llevada a cabo con éxito tenemos que valernos de competencias lingüísticas y también generales. 

    De esta forma, nuestra destreza con la lengua estará supeditada a factores como nuestra cultura, creencias, religión, contexto, etc. Lo que Wittgenstein proclamaba ya en su obra Tractatus Logicus Philosophicus cuando decía: “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. Afirmación, por un lado, bastante certera si tenemos en cuenta que aquello que no podemos verbalizar o transmitir supone un límite a nuestro conocimiento. Luego, todo aquello que se le escapa de su saber, era "callado", según Ludwig. Aunque es esta una filosofía demasiado analítica y lógica.

 

    Wittgenstein nace en Viena en 1886 en el seno de una familia acaudalada.  Su infancia y adolescencia estuvo íntimamente marcada por las diversas corrientes artísticas y filosóficas del momento. En un principio, mostró interés por el estudio de la ingeniería y las matemáticas pero, poco a poco, sus gustos empezaron a decantarse por la filosofía y la lógica. Así fue como escribió su primera gran obra, el Tractatus mencionado anteriormente, en la cual aúna pensamiento + hechos del mundo + lenguaje. Según él, solo se puede hablar de aquello que conforme un hecho, una realidad. En consecuencia, nuestra realidad siempre está limitada... ¿Puede entonces que existan tantos mundos como lenguajes? En el siguiente vídeo (adaptado de la película de Wittgenstein) se ilustra esta idea. 



 

    No obstante, tras su participación en la Primera Guerra Mundial y su posterior profesión de docente, algo cambió sustancialmente su pensamiento. Fue entonces cuando en su “segundo Wittgenstein”, es decir, su segunda obra, introduce el lenguaje dentro de un marco contextual, esto es, el lenguaje será correcto siempre que se use dentro de un contexto o situación pertinente. Fuera de dicho contexto, las proposiciones no tendrán sentido, por lo tanto, el significado real de las palabras depende del uso que hagamos de ellas. 

    Justamente esta última idea de Ludwig es la que se rescata en el MECR, cuando se habla de trabajar la competencia pragmática, dentro de la cual, están la funcional y la discursiva. O lo que es lo mismo, cómo encadenar nuestros discursos, hacerlos lógicos, coherentes y adecuados a las exigencias de la situación. 

    Parece que las múltiples facetas del lenguaje y su funcionalidad son temáticas que vienen de largo. La obra de Wittgenstein es reflexiva e inspiradora, y caben tantas interpretaciones como personas hay en este mundo. Por ende, en mi opinión, el estudio de un idioma va más allá del conocimiento de unas normas gramaticales y ortográficas básicas. Y quizás no sean estas las primeras que se habrían de enseñar/aprender. De hecho, si observamos a un bebé y cómo construye su conocimiento del mundo y de la lengua, lo primero que balbucea no es el pretérito perfecto compuesto del verbo "ser", por ejemplo, sino que intenta comunicarse con los recursos de los que dispone y solamente aquellas palabras que sabe o entiende. Por eso, de acuerdo con el tono, el contexto o la forma en la que le regañamos o le explicamos, un infante nos entenderá sin necesidad de explicar con todas las palabras lo que queremos que hagan y, a la inversa, nosotros a ellos. 

    Estaría bien, por tanto, implementar juegos en un aula de idiomas en los que hubiese que tener en cuenta estos factores paratextuales para poder comunicarse, o incluso juegos de mediación. Esto nos haría reflexionar en cómo de importante es el conjunto de características afectivas, personales y sociales en el aprendizaje de un idioma.

    Os dejo unos enlaces que os pueden resultar de interés:

    Ludwig Wittgenstein: click 

    Actividades para practicar la conciencia pragmática con niños: click

    Actividades para practicar la conciencia pragmática con jóvenes y/o adultos: click








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