Este tema ha sido una revisión de conceptos con los que cualquier estudiante de lenguas debería estar familiarizado: comprensión oral/escrita, expresión oral/escrita, mediación, interacción, plurilingüismo, etc. ¿Sencillo no? Algo que a priori todos teníamos claro, sin embargo, cuando empezamos a ahondar en la materia descubrimos detalles que se nos escapaban.
A modo de resumen, hemos concluido que por comprensión se entiende la acción de entender, alcanzar o penetrar algo. Por expresión entendemos la declaración o especificación de algo para darlo a entender. Por su parte, la interacción (aunque guarda cierta semejanza con la expresión) es la acción entre dos agentes, entonces, aunque también nos estemos "expresando" cuando interactuamos, lo hacemos siempre con un destinatario, un receptor que estará recibiendo nuestro mensaje. Cosa que no tiene por qué ocurrir necesariamente cuando practicamos únicamente la expresión. En otra categoría diferente situamos la mediación, que surge de la combinación entre todos los conceptos mencionados, puesto que, cuando mediamos, lo que hacemos es intervenir entre dos agentes para lograr que se entiendan entre ellos.
Ahora bien, ¿se practican todas estas habilidades en el aula realmente? La respuesta es no. Mientras que las dos primeras, la expresión y la comprensión, son evaluables de acuerdo con los planes de estudio; las dos segundas, mediación e interacción, todavía no lo son como tal. Aunque el MECR hace mucho hincapié en ellas dado su enfoque más pragmático de la lengua, en los centros escolares aún no están teniendo demasiada cabida. Por consiguiente, lo que se trabaja en la escuela es el enfoque gramatical: textos, redacciones, ejercicios estructurales y material en definitiva bastante desconectado de la vida real. El resultado es que una gran mayoría de jóvenes estudiantes presentan un nivel muy bajo en las destrezas orales frente a las escritas y, en general, poca imantación hacia los idiomas. ¿Cómo podemos hacer nosotros para que esta tendencia se vaya modificando?
Como bien mencionábamos durante las clases, lo mejor es que desde el minuto cero, desde que dé comienzo la clase, nuestro alumnado hable en la lengua extranjera, de forma distendida, sin presiones y sin calificaciones; solamente con el objeto de que pierdan la vergüenza y el miedo. A fin de cuentas "de los errores se aprende". Asimismo, si algo hemos aprendido en este tema es a reflexionar sobre la importancia de realizar actividades educativas funcionales y significativas, esto es, que tengan cierta relación con la vida cotidiana de los estudiantes, verosímiles. Tener en cuenta las necesidades e intereses del alumnado es fundamental para mantener alta su motivación y su concentración en la tarea. La realia siempre es una estrategia muy eficaz para sumergir al alumno en un entorno/ambiente próximo a la vida real.
Así, por ejemplo, en Alemania o Países Bajos ya se está llevando a cabo lo que se conoce como Sprachdorf ("pueblo de idiomas"), o lo que es lo mismo, un proyecto basado en realia, consistente en convertir el aula física en un auténtico laboratorio de idiomas, en el que se recreen escenarios posibles (un supermercado, la barra de un bar, un restaurante, una tienda de ropa, etc.). Para ello, se han valido de ropa en desuso, botellas de plástico, juguetes, etc., para construir un verdadero escenario de interacción. ¡Incluso trabajan "tarjetas de vocabulario" que deberán colocar sobre los distintos elementos! Algo que, sin duda, recordarán a largo plazo con más facilidad que memorizar una lista inconexa de léxico de su libro de texto.
La idea, en mi opinión, es fantástica. Pese a la carga de trabajo previo que puede significar ornamentar el aula de esta forma, los resultados del proyecto merecen significativamente la pena. De hecho, disminuye la ansiedad y el estrés a la hora de interactuar en un idioma que no es el nativo, fortalece los vínculos socio-afectivos entre los educandos (al trabajar cooperativamente), se fomenta su curiosidad y su imaginación y se desarrollan sus habilidades pragmáticas y paralingüísticas.
Click aquí para saber más sobre el proyecto Sprachdorf.
Cuando la finalidad es aprender un idioma, son varias las destrezas a trabajar. Para ello, como bien hemos visto en clase, no solo las actividades de aprendizaje son esenciales, sino también las actividades comunicativas, es decir, aquellas en las que la lengua se usa para un fin comunicativo concreto (pedir comida en un restaurante, saber descifrar el mapa de metro, comprar entradas para el cine, etc.). Porque... ¿de qué nos sirve saber un idioma si no es para comunicarnos con otras personas? De ahí la importancia de dividir las actividades de lengua en: actividades de mediación, producción, comprensión e interacción.
Innegablemente, la explotación grupal de estas actividades en las sesiones ha sido enriquecedora. Y es que, entre todos hemos podido comprobar las múltiples formas de trabajar una destreza concreta. Vimos cómo se puede trabajar al mismo tiempo la comprensión y la producción (teniendo claro de qué forma vamos a evaluar cada parte) o cómo de un vídeo podemos desentrañar diversas actividades pequeñas y cuán importante es secuenciarlas.
Actividad de comprensión oral propuesta por nuestro grupo sobre un vídeo de How I Met your Mother. Click aquí para verla.
Jerarquizar las actividades de menor a mayor dificultad me ha parecido una tarea ardua. Es sencillo pedirles a los estudiantes unas preguntas, o una breve narración, a partir de un material (audiovisual o escrito), sin embargo, para ellos supone en ocasiones un calvario. Pues bien, deberán comenzar por unos pasos previos, es decir, con ejercicios de preparación para la actividad final (los cuales requieren de reflexión por parte del docente). De manera que pedirles haikus, poemas sencillos, reseñas, comentarios en redes sociales, brainstorming de ideas, reflexiones personales, debates antes de los audios, etc., son ideas estupendas como pre-calentamiento, de las que hemos tomado buena nota.
Asimismo, hemos mencionado en clase también que toda actividad ha de tener un propósito bien claro, unos objetivos fijados y, en la medida de lo posible, debe estar integrada con el resto. Además, conviene que dichos objetivos, junto con la contextualización, se los transmitamos a los educandos puesto que así serán conscientes, ya desde un inicio, de lo que se espera de ellos y de lo que van a tener que realizar. Por supuesto, dependiendo de nuestro objetivo, la contextualización que les demos puede ser mayor o menor. Siempre es necesario ajustar las actividades a nuestros objetivos.
Una vez realizadas las actividades, es crucial proporcionarles feedback, mediante comentarios, notas escritas, códigos de colores, etc., con el fin de que mejoren. Interesante también el dato de que es conveniente que ellos mismos busquen cuál es el fallo, no que nosotros lo especifiquemos. Personalmente, con ojos de alumna, esta técnica no me gustaba excesivamente porque muchas veces no sabía cuál era el fallo, al tratarse de un error de registro o de estilo, no tanto de gramática, con lo que no alcanzaba a ver donde radicaba la equivocación. Sin embargo, pienso que hemos dado con la solución inmediatamente cuando hablamos de un código de colores, esto es, de subrayar cada tipo de fallo con un color diferente. ¿Lo veis como una buena técnica? ¡A mí sí me lo parece! Buena y muy visual.
Por otra parte, con respecto a la mediación no se le saca partido, desafortunadamente, en el ámbito escolar. Mediar significa interceder o actuar entre dos partes que no se entienden por algún problema de comunicación. Por tanto, para poder mediar entre dos personas que hablan diferentes lenguas, tendremos que hacer uso de la lengua en sí misma, así como del lenguaje no verbal (gestos, expresiones, etc.) para que el mensaje sea transmitido. Consecuentemente, estamos expresando, comprendiendo e interactuando al mismo tiempo. Para la mediación, pues, empleamos todo tipo de recursos disponibles para hacernos entender, no nos importa tanto la forma o la corrección gramatical, sino que la comunicación se haga efectiva. Como bien vimos (y según el MECR) se pueden mediar textos, conceptos o comunicación y, a su vez, puede ser visual, multimodal, verbal o cultural. Pues bien, los supuestos prácticos vistos en clase han despejado todas nuestras posibles dudas. Vimos que no es tan complicado crear actividades para mediar y que puede adaptarse a cualquier nivel de lengua (básico, intermedio o avanzado). Entonces, ¿por qué no ponerla en práctica en nuestra futura labor docente? Se me ocurre, entonces, aprovechar cualquier oportunidad de inmersión lingüística que un centro educativo puede ofrecer. Por ejemplo, en el caso de que llegue un auxiliar nativo (o un alumno extranjero, o un escritor foráneo, etc.) al instituto por vez primera y que no conozca las instalaciones, o las referencias culturales de nuestra lengua, o la jerga, etc. es divertido y beneficioso para ellos que le ayuden a esta persona a entender. Inconscientemente estarán mediando. Esta es una buena forma de que pongan en práctica el idioma, en un registro informal y sin la presión de sentirse juzgados o calificados por quien los escucha. ¿Qué opináis vosotros? ¿Qué oportunidades de inmersión veis posibles en un instituto?
En definitiva, considero que la palabra clave para mejorar tanto la enseñanza como el aprendizaje de la LE es: "funcionalidad". Aquello que sea funcional, o lo que es lo mismo, que tenga un sentido, una función o un significado, será algo que cause interés y, encadenadamente, motivación. Tener esto en mente creo que es fundamental para que las actividades programadas tengan éxito y el aprendizaje sea de calidad.